martes, 14 de julio de 2009

Besos de bicicleta

-¿Pero a qué te refieres Alejandro Gutiérrez con besos de bicicleta?
-Bueno mi estimado Alejandro Gutiérrez tu y yo sabemos a lo que me refiero. Todo comenzó cuando conociste a Jhoselyn, ¿o no la recuerdas?
-Claro, Jhoselyn, cómo me iba a olvidar de ella.
-Bueno, besos de bicicleta es lo que pasó entre los tres, es decir entre los dos, ese día que Jhoselyn iba a llegar tarde al colegio. Recuerdo que estaba linda. En el fondo te morías por ella y nunca se lo dijiste, y sé que eso no te importa, pero tu siempre dices que no te importa y en el fondo sientes lo contrario, ¿Cuándo serás honesto?
-No sé a qué te refieres, Jhoselyn nunca fue algo especial para mí, si por algo la recuerdo es por los besos de bicicleta, y nada más.

-Bueno, recuerdas, para mí ese día hubo magia. Jhoselyn te saludó y tu estabas en tu bicicleta. No podía quedarse a conversar porque era tarde para ir al colegio pero no le importó y se quedó contigo, contigo que nunca le hiciste caso. Menos mal que ahí entre yo, porque si no hubiese entrado yo jamás hubiese pasado eso de los besos de bicicleta.
-No entiendo por qué te gusta recordarlos.
-Es que sí, son momentos para recordarlos y reírte, volver a sentir.
-Si no te callas las paredes se van a volver rosadas.
-No puedes callarme. Yo sólo sé que ese día Jhoselyn estaba linda y por conversar contigo se le hizo tarde. Eres tan idiota que no se te ocurrió ofrecerte para llevarla, menos mal que cuentas conmigo, sino no tendrías ningún recuerdo bonito.
-Ja ja ja, esas cosas a mi no me interesan.
-Alejandro, ¿acaso no te gustó ser parte de eso? Ella se subió a la bicicleta, la rodeabas con tus brazos mientras avanzabas, tu no le hablaste y ella tampoco, luego avanzabas a más velocidad y los carros pasaban, la gente pasaba, y eran tú y ella, el silencio, las calles fueron perdiendo su materia y los colores se mezclaban formando lineas que al final de todo eran sus cabellos cegándote, acariciándote la piel, sus cabellos cobraban vida y jugaban contigo, mientras sentías su mano deslizándose hasta la tuya y acariciártela suavemente mientras...
-Mientras casi te matas con el camión, imbécil. Menos mal que te salvé porque por ti hubieses seguido de frente.
-Hubiese preferido morir en ese instante, qué mejor momento para morir.
-La verdad me da mucha risa tu cara cuando dices eso.

-Luego de que esquivaste el camión todo se volvió de colores otra vez, y yo empecé a jugar con su otra mano, le gustaba porque sonreía, yo la vi y tu también, su cabello era increíble con el viento y cuando tomamos velocidad por la calle Unión dejé de pedalear, ella volteó a verme cuando sintió mi respiración agitada y yo no supe hacer nada más que besarla, sus preciosos ojos me lo pedían, besos al ritmo del pedal, besos al ritmo de la calle Unión, besos de bicicleta. Sólo recuerdo verme sumido en la profunda inmensidad de sus besos, abstraerme de cuerpo entero y para siempre, sentir que pasaron mil años ese día en la calle Unión. Yo simplemente me deje llevar por sus besos, todo el mundo nos miraba seguramente y al mismo tiempo todo el mundo dejo de importar, ojos cerrados, no importaba nadie, eramos los dos y Jhoselyn, viviendo lo incríble. Jhoselyn sabía que podíamos morir, pero no le importó, y cada vez que recuerdo eso, me pregunto si lo que en realidad ella quiso fue morir ese día, porque o fue eso o lo que quiso fue demostrar que no le tenía miedo a la muerte, que era capaz de verla cara a cara, reírse y estar lista para lo que venía después de su burla.
-Jhoselyn era como yo, nunca le importó nada, nunca le importó que seas tú, sólo quería hacerlo y lo hizo.
-No. Yo creo que sólo conmigo se hubiese atrevido a hacerlo, con nadie más, porque conmigo sabía que podía hacer todo intensamente.
-Alejandro, no te engañes.

-Bueno, pero aquí lo único que yo sé es que nos besamos mucho en la calle Unión y que lo mejor de todo fue cuando llegamos a la avenida. Los dos sabíamos que lo que seguía después de la calle Unión era esa avenida Grau y su tráfico. Cuando escuchamos cada vez más cerca el sonido de los carros sus labios apretaban más fuerte, volteó el cuerpo y se encimó abrazándome mientras yo trataba de mantener el equilibrio. Me besó respirando fuerte y el sonido de la avenida cada vez más cerca, se sentía el viento de los carros pasar. Nunca pidió que me detenga, no sé si yo o tu hubiesemos detenido la bicicleta, pero da igual, ella nunca lo pidió. Jhoselyn era la reina del mundo jugando a morir. La calle, la avenida, nosotros, la bicicleta, el beso, su respiración, la avenida, su cabello y el viento, su beso y el tiempo, la calle y la avenida, la calle y la avenida.

Una pausa.

Jhoselyn y Alejandro atravesaron la avenida Grau con los ojos cerrados mientras se besaban, venían besándose desde la calle Unión. Muchos transeúntes se quedaron atónitos al ver cómo cruzaban la calle sin importarles nada. Los carros pasaron rápido y no los tocaron, ninguno frenó, fue todo tan rápido que los que los vieron pasar por el frente sólo advirtieron lo que veían segundos después.

-Yo no creo que alguien haya hecho eso antes. La verdad, Alejandro, tu me debes mucho por haberte hecho pasar por ese momento.
-Yo no le debo nada a nadie.
-Pero tu no hiciste nada por evitarlo, y en el fondo sabes que te gustó.
-Vuelves a repetir eso y te mato, imbecil.

3 comentarios:

José Miguel Hidalgo dijo...

Diálogos que contrargumentan a la misma persona pero de dos naturalezas. Un paseo en bicicleta que se vuelve tan arriezgado como un cruce en avenida limeña con los ojos cerrados. Las aventuras solo son necesarias cuando valen la pena, y un paseo en bicicleta lo vale.

Miguel Absi dijo...

comparto lo dicho por pela: "las aventuras solo son necesarias cuando valen la pena."
demuestras que no solo escribes cuentos urbanos. me gusto la lucha entre los dos Alejandros.

Alejandro Gutiérrez dijo...

Gracias amigos por sus comentarios. Y sí, como diría Jack de Titanic, "hay que hacer que las cosas valgan la pena"