Enrique nació en una casona de la Calle Cora en Barranco. Desde niño fue un prodigio con las matemáticas y se dice que era capaz de multiplicar números de 5 cifras en el mismo instante que se lo preguntaban, cuando sólo tenía 6 años. No tenía amigos en el barrio. La Calle Cora era una cuadra de pobres y pudientes, al lado de la casona de Enrique había un callejón, desde donde la envidia de los niños le llegaba a en forma de miradas cada vez que se asomaba.
Enrique asistió al Colegio Particular San Julián de Barranco, a unas cuadras de la Calle Cora. Ahí pasó toda su etapa escolar. Durante la primaria sobresalió en matemáticas y ganó concursos interescolares e interdistritales, donde dejó bien alto el nombre del distrito. El chico se encaminaba hacia un futuro de éxito como profesional. Sus padres estaban orgullosos, pero Enrique no parecía alegrarse de nada, había insatisfacción en su mirada, según lo que explicó un ex alumno del San Julián.
Durante la secundaria, el joven Enrique continuó impresionando a sus profesores con sus grandes habilidades en las matemáticas y por su callada forma de comportarse. Su profesor, Mario Avendaño, comentó que en una ocasión le explicó a sus padres que así eran las mentes de los genios, siempre estaban pensando y a eso se debía la extraña actitud de Enrique. "No sabía que iba a terminar así", agregó.
Fue en cuarto de secundaria, cuando Enrique conoció a mi tío Marcos, que era posiblemente todo lo contrario a Enrique, un joven desarreglado, bohemio, despreocupado por la vida y con una facilidad de palabra que mis abuelos siempre le destacaron como su mayor virtud. Cuando Marcos llegó al San Julián vio a Enrique sentado adelante y, mientras se miraban al pasar, Marcos cuenta que Enrique se asustó al verlo. Nunca le preguntó en qué pensó cuando lo vio por primera vez ese día, al menos eso dice mi tío.
Marcos tenía llegada con quien fuera y poco a poco se volvió el más conocido del San Julián. Cuenta uno de los vecinos del callejón que la primera vez que vieron a Enrique llegar con un amigo se sorprendieron. Marcos fue una de las primeras personas que se le acercó a Enrique, para todos los demás era un aburrido que no valía la pena, para Marcos un adinerado con el que se podía divertir, y aunque en el fondo no lo quiera aceptar lo concideró su amigo.
Poco a poco fue influyendo con sus actitudes sobre Enrique, y este fue mostrando un desapego cada vez más notorio en sus estudios. Enrique, junto a Marcos, aprendió a fumar, a beber, y —aunque esto apareció después de un año— también a drogarse. Enrique no había salido de su casa nunca, pero desde que conoció a Marcos empezó a salir, incluso desobedeciendo a sus padres. El cambio de Enrique, desde que conoció a Marcos fue total, inexplicable y rápido, cuenta uno de sus profesores en esa época.
Para el quinto de secundaria, Enrique era un Marcos más, dejó las matemáticas, dejo prácticamente el colegio porque las tardes las pasaba en el Malecón de Barranco junto a sus amigos y las chicas de Colegio Tacna bebiendo y fumando. Para ese entonces Enrique había probado coca, y le gustaba. Por ser el único con el dinero suficiente para mantener parrandas interminables de coca y ron, se volvió indispensable para el grupo, que duró hasta fin de año. Nunca robó como se decía. La rebeldía no le duró más que unos meses, porque después del año de quinto de secundaria Marcos fue reclutado en el ejército. Enrique se quedó sólo y se dio cuenta de que sin Marcos, nada sería igual. Abandonó al grupo y se encerró en su casa.